Hace décadas que se les exige a las compañías de Wall Street que monitoreen constantemente y guarden las comunicaciones comerciales de sus empleados, una tarea que se ha visto complicada en años recientes por la proliferación de las tecnologías móviles y las apps de mensajería. El sistema se vio forzado aún más cuando las firmas enviaron a los trabajadores a sus hogares al inicio de la pandemia de Covid-19, dificultando el control de quién podría estar usando un dispositivo sin monitorear.
Más específicamente, comprar y rastrear los teléfonos físicos genera una cantidad de nuevos desafíos operativos y podría ser una pesadilla administrativa tanto para la empresa como para el empleado. Por ejemplo, los empleados pueden encontrar dificultades al recordar hacer llamadas desde su número del trabajo o las aplicaciones, dada la cantidad de dispositivos disponibles. Además, el costo de los teléfonos y las líneas telefónicas es bastante alto.
Dada la realidad actual con la mano de obra híbrida, los empleados pueden estar comunicándose con otros fuera de la oficina y pueden usar apps como WhatsApp o WeChat. Al hacerlo se puede incrementar el riesgo de enviar un mensaje desde el dispositivo personal, dificultando que las corporaciones mantengan el cumplimiento.