La integración de tecnologías como contadores inteligentes, sensores de calidad del aire y otros dispositivos conectados en la infraestructura de la red energética ayuda a optimizar la gestión y distribución de la energía. Sin embargo, la gestión de estos dispositivos en zonas extensas y a menudo remotas añade niveles de complejidad y posibles puntos de fallo. Cualquier alteración de la red puede provocar interrupciones del servicio, lo que conlleva tiempos de inactividad costosos y la pérdida de confianza de los clientes.
Afortunadamente, gracias a la escalabilidad del 5G, las empresas de servicios públicos pueden preparar sus operaciones para el futuro, adaptarse rápidamente a las crecientes demandas y mantener la confiabilidad del servicio. Además, la baja latencia del 5G les permite recopilar y analizar datos en tiempo real para tomar decisiones informadas que mejoren la utilización de los recursos y garanticen un rendimiento óptimo de la red.
Consideremos esta situación: una empresa de servicios públicos que cubre más de 100,000 millas cuadradas tenía problemas a la hora de gestionar su extensa infraestructura. La red se extendía por varias ubicaciones y debía integrar un número cada vez mayor de dispositivos conectados, una tarea costosa y compleja. Cualquier tiempo de inactividad repercutía directamente en el servicio y generaba un sentimiento negativo entre los clientes.
La empresa adoptó la tecnología 5G y revirtió la situación. Maximizó el ancho de banda y el rendimiento, mantuvo el tiempo de actividad de la red y garantizó servicios ininterrumpidos. El cambio a 5G ayudó a la empresa a escalar a medida que crecía el uso de la red. Pudo agilizar los procesos y registrar los datos de los contadores con mayor rapidez, de modo que facilitó una estrategia de mantenimiento proactiva y, en consecuencia, redujo los costos operativos. Otro aspecto igual de importante es que la mejora de la confiabilidad y la reducción de las interrupciones del suministro eléctrico aumentaron la satisfacción de los clientes.