En el momento en que un empleado entra a una planta de fabricación, ingresa a un hospital o enciende una carretilla elevadora, su empresa debe hacer todo lo posible por proteger la salud y la seguridad de ese trabajador.
La ley obliga a las empresas de la industria manufacturera, la construcción, la sanidad y otros sectores de alto riesgo a mantener programas de protección de los trabajadores, y las directrices para la Salud y la Seguridad Ambiental (EHS) tienen por objeto reducir al mínimo las lesiones. Aun así, en los EE. UU. se produjeron 2.3 millones de accidentes laborales en 2022, un 4.5% más que el año anterior.1
Los cascos, chalecos de seguridad y otros equipos de protección individual (EPI) son esenciales, pero no suficientes. Y las nuevas inversiones en seguridad de los trabajadores rara vez se consideran generadoras de ingresos, por lo que hay pocos incentivos para aumentar el gasto. Esto ayuda a explicar por qué muchos programas de EHS siguen basándose en tecnologías y procesos obsoletos.